Bodhichitta - Pema Chodron

Es como si fuéramos pobres y estuviéramos sin hogar, hambrientos y pasando frío y, sin saberlo, justo bajo el suelo donde dormimos cada noche hubiera un caldero de oro. Ese oro es como el bodhichitta. Nuestra confusión y padecimiento tienen su origen en el desconocimiento de que el oro ya está aquí, y en el hecho de que siempre lo estamos buscando en otro lugar. Cuando hablamos acerca de la alegría, de la iluminación, del despertar o de despertar el bodhichitta, todo eso quiere decir que sabemos que el oro está aquí, y nos damos cuenta de que siempre ha sido así.


XXVIII

Mis obstáculos son obstinados, y me duele el corazón en cuanto intento romperlos.
No necesito más que la liberación, pero me avergüenza esperarla.

Estoy seguro de que hay en ti una inestimable riqueza, y de que eres mi mejor amigo, pero no me atrevo a barrer de mi estancia los oropeles que la llenan.

La sábana que me cubre es una mortaja polvorienta; la detesto, pero la abrazo con amor.

Muchas son mis deudas, incontables mis desfallecimientos, mi vergüenza es insoportable y secreta, pero cuando vengo a suplicar mi bien, tiemblo de miedo pensando que mis ruegos puedan ser atendidos.

R. Tagore, en Gitanjali.

Elegía

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

http://www.youtube.com/watch?v=RL_3R-QVLks

Dos de Rabindranath Tagore

VII

Mi canto se ha despojado de sus adornos. No pongo en él mi orgullo. Los ornamentos entorpecerían nuestra unión; se interpondrían entre nosotros y el ruido de su roce llegaría a ahogar tus murmullos.
Mi vanidad de poeta muere de vergüenza ante ti. ¡Oh Maestro Poeta, yo me he sentado a tus pies! Quiero hacer de mi vida algo simple y recto, como una flauta de caña que tú puedas llenar de música.

XI

¡Deja tus rosarios, cesa en tus cantos y tus salmos! ¿A quién crees honrar en este sombrío rincón solitario de un templo que tiene sus puertas cerradas? Abre los ojos y comprueba que tu Dios no está ante ti.
Está donde el labrador cultiva la dura tierra; y al borde del camino donde trabaja el peón caminero. Está con ellos bajo el sol y la tormenta; su vestido está cubierto de polvo. Despójate de tu piadoso manto, y como El, desciende también al polvo.