Invocación al Paraná, de Florencio Godoy Cruz

Oh río demorado en nuestra orilla,
en nuestra edad,
en nuestra muerte

Oh desmesura de cielo
tendido para siempre a nuestro flanco.
Desmemoria de azul.
Herida abismal
manando sin pausa en el costado.

Oh impaciencia
del ángel
que abre y socava la piedra
que pisamos.

Paraná
-oh líquido silencio-
Eterna pulsación
que escandirá mi último poema.

Río encendido al comienzo
y final
de la alborada:
Paraná crepuscular.
No sol naciente de Monet,
paleta sí enloquecida
de Van Gogh.

Oh murmullo –Paraná de la tarde-
que lames los pliegues
del cementerio
y alzas el coro
de nuestros muertos
en sudario de jacarandáes.

Cesura de rosas
-cesura de rosas para el verso
azul-
Navegas orillas
de antiguas leyendas
y ardiente ritual.

Paraná
-ríomilagro-
Historia de mi pueblo
que navegas por un cauce,
te yergues entre rocas,
desandas en guijarros.

Oh cauce, peregrino
que aplacas la adolescente crispación
callada.
Quién sorberá de esta boca
el dulzor infinito de tus aguas?

Siento tu peso como el cuerpo
del amor
Para calmar mi sed
me tiendo, me hundo, me sumerjo,
abandono mi carne calcinada
a la blanda frescura de tu lecho.

Navegante sin nadie.
En esta orilla late
tu voz
-garganta de la piedra-,
ancla tu amor en banco
de mi arena:
playa de peces muertos,
oh corazón –mi soledad-
puerto de ave que se posa
apenas.