Volver


Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.

Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.
La vieja calle donde el eco dijo
tuya es su vida, tuyo es su querer,
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.

Volver.
con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada,
errante en las sombras,
te busca y te nombra.
Vivir
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.

Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que pobladas de recuerdos
encadenan mi soñar.

Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido, que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.

Música: Carlos Gardel
Letra: Alfredo Le Pera
1935

apego, ciencia y otras yerbas

Los clones no son otra cosa que gemelos que no tienen la misma edad.
Por lo tanto, crear clones con un objetivo utilitario sería algo tan bárbaro como procrear con el fin de utilizar a los niños como bancos de órganos.
La idea de clonarse para autoperpetuarse no es más que una manifestación ridícula de un yo exacerbado.
Querer clonar a un deportista de élite, a una estrella de cine o al propio perro para tenerlo para siempre a nuestro lado expresa un gesto pueril de apego que no tiene nada que ver con el amor y la bondad.
Debemos aprender a apreciar en su justo valor el potencial extraordinario de la existencia humana.
El mundo es, por naturaleza, efímero, y querer apegarse desesperadamente a la ilusión de una permanencia de las cosas, a un sueño de eternidad, sólo será fuente de frustraciones inútiles.
Por el contrario, estoy de acuerdo con que la investigación sobre la clonación pueda conducir a nuevas técnicas de cultivo de tejidos, incluso de órganos susceptibles de aliviar muchos sufrimientos. ¿Por qué no habríamos de reemplazar el hígado enfermo de una persona por un hígado sano desarrollado a partir de una de sus células?
Lo que provoca miedo no es el progreso de la genética ni de otras ramas de la ciencia, sino las motivaciones confusas e irresponsables que determinan su utilización.

!

Matthieu Ricard

Canto a la libertad

Hacerla nuestra,
permanente y vibrante; diseminada
por el trueno y la lluvia:
frenética en distantes territorios,
en helechos fluviales;
sonora en nuestro pecho, iluminada,
semilla insustituible, espiga virgen.

La libertad no yace como la ven algunos,
ni está herida ni rota,
ni su presencia virgen sangrante como creen.
Nacida con el hombre, a veces demolida
por espadas feroces, por espantos
pero yacente nunca como la quieren manos
de pus y corrompidas.

Linaje presenciado,
nos golpea por dentro de la sangre,
lluvia vertiginosa y ascua ardida,
repetida y eterna.
Fugaz, mas ausente,
palpitante en el alma se nos queda,
y una flor y otra flor no igualan nunca
su estirpe inolvidable.

Roto eslabón rodado,
embestida por manos macilentas
que levantan su cólera, su furia,
su inconsistencia bárbara;
golpeada por traidores,
escupida,
cayendo en la desgracia y enlutada,
aunque a pesar de todo enhiesta en las corolas,
en la imagen tenaz de las arquitecturas,
en todo lo visible y permanente,
y en el rumor de la ola.

Nuestro deber: asirla,
recoger su simiente cuando ondulado pasa
por el amor y el sol de los boscajes,
y se pierde en el viento como un respiro fiero
de fuerza y energía.

Golpeándose nos llega, densa de aurora sobria,
por indomables ráfagas,
en perpetua vigilia.

¡Pasiones!
¡Vestirnos de energía por hacerla
nuestra y definitiva!

Que está en nosotros,
en el sendero abierto de las venas
llamando a presenciarla.

Ella misma lo sabe. Ella misma lo dijo
cuando el hombre nacía:
-Mi sangre por tu sangre.
Mientras yo viva: vives.
Cuando yo muera: mueres.

E. Romero.

Elvio Romero, poeta paraguayo

Presento a Tacaxí

Yo puedo presentaros:
Tacaxí, manchado en lodo,
cincelado con duras herramientas boreales
en la cruda materia del desierto,
retazo de follaje endurecido,
contextura gomosa que ha tallado la selva
con buril de vegetales.

Tacaxí,
de ásperas proporciones, indio de arcilla,
mojado de aceite primitivo
de frutas y de charcas,
semilla programada por el tiempo,
mensajero de rosas ancestrales,
turbulencia estelar,
sorbo de tierra.

Una violencia antigua
le cruza todo el cuerpo de mandioca,
esa puerta entreabierta de los párpados
donde pesa un letargo con cerrajes
de cobre milenario.

Poblado por el viento
-con ese taciturno sigilo de los tigres,
de las bestias nocturnas-,
varón de los senderos aborígenes,
sale de un laberinto complejo de cortezas,
de pesado desorden, de veranos,
de atávicos rituales
o de secos tunares ya longevos.

Tacaxí:
Sensual; enérgico y severo;
Tacaxí:
sorbo de tierra.

II
¿De dónde vino el indio? ¿De dónde su pesado
carbón mordido y negro?
¿De qué maraña amarga su pecho de combate,
su nocturno pedazo de forestal diadema,
su olor a arcilla, a barro,
su reliquia de pobre soledad desgarrada,
su calor cotidiano de quebranto y desvelo?

¿Por qué su mano antigua descubre los secretos
de aquella carretera de sonidos
trazada sobre el mapa del círculo y del cuerpo?
¿Por qué rueda en sus manos con tan vívida
urgencia
la exactitud raída de la flecha?

Tambor nocturno,
cuero de tambores nocturnos:
el Paraguay le enseñaba sus sensibles
lastimaduras de paloma herida,
su agredida intemperie y transparencia,
su asediado ramaje de lapachos
con sombras violentadas,
sus trituradas ramas.

No sólo por el aire,
no sólo por las plantas y raíces
llegaron muertes, crímenes
sino por todo el ancho calor de los caminos
bordeando el aguerrido terraplén de los toldos.

III
Testimonio del tiempo,
vínculo inmemorial, cuero extendido:
moreno Tacaxí,
centinela de edades apagadas,
retazo de oquedad,
greda callada.

Juntó flecha y fusil, tambor y dianas,
superando aquel mito de la sangre
fructiferando engaños,
mayorales, látigos,
y negra pulpa de dolor indígena.

Tocó la fibra popular el indio
cuando llegó a la dura gravedad
combatiente.

Y fue un soldado más por estos campos,
un cuerpo con furor secreto y ávido.

Yo hoy puedo presentaros:
Tacaxí, sorbo de nuestro suelo.

Sa(n)ramago


La ambiciosa idea inicial era mostrar que la santidad, esa manifestación “teratológica” del espíritu humano capaz de subvertir nuestra permanente y por lo visto indestructible animalidad, perturba la naturaleza, la confunde, la desorienta. Pensaba entonces que aquel alucinado San Antonio que Hieronymus Bosch pintó en Las Tentaciones, por el hecho de ser santo, había obligado a levantarse de lo más profundo a todas las fuerzas de la naturaleza, las visibles y las sublimidades que produce, la lujuria, y las pesadillas, todos los deseos ocultos y todos los pecados manifiestos. Curiosamente, la tentativa de transportar asunto tan esquivo (…) no impidió que me hubiera visto a mí mismo en situación de alguna manera semejante al santo. Es decir, siendo yo un sujeto del mundo, también tendría que ser, al menor por simple “inherencia de cargo”, sede de todos los deseos y objeto de todas las tentaciones. De hecho, si ponemos a un niño cualquiera, y luego a cualquier adolescente, y luego a cualquier adulto, en el lugar de San Antonio, ¿en qué se expresarían las diferencias? Así como al santo lo asediaron los monstruos de la imaginación, al niño que yo fui lo persiguieron los más horrendos pavores de la noche, y las mujeres desnudas que lascivamente siguen bailando ante todos los Antonios del planeta no son diferentes de aquella prostituta gorda que, una noche, iba yo caminando hacia el cine Salón Lisboa, me preguntó con voz cansada e indiferente: “¿Quieres venir conmigo?”. Fue en la calle del Bom-Formoso, en la esquina de unas escalinatas que había allí, y yo debía tener alrededor de doce años. Y si es cierto que algunas de las fantasmagorías de El Bosco parecen suplantar de lejos las posibilidades de cualquier comparación entre el santo y el niño, será porque ya no nos acordamos o no queremos acordarnos de lo que entonces pasaba por nuestras cabezas. Aquel pez volador que en el cuadro de El Bosco lleva al santo varón por vientos y aires no se diferencia tanto de nuestro cuerpo volando, como voló el mío tantas veces en el espacio de los jardines que hay entre los edificios de la calle Carrilho Videira, ora rozando los limoneros y los nísperos, ora ganando altura con un simple movimiento de brazos y sobrevolando los tejados. Y no me puedo creer que San Antonio haya experimentado terrores como los míos, esa pesadilla recurrente en la que me veía encerrado en una habitación de forma triangular donde no había muebles, ni puertas, ni ventanas, y en un rincón “cualquier cosa” (lo digo así porque nunca conseguí saber de qué se trataba) que poco a poco iba aumentando de tamaño mientras sonaba una música, siempre la misma, y todo aquello crecía y crecía hasta arrinconarme en la última esquina, donde por fin despertaba, angustiado, sofocado, cubierto de sudor, en el tenebroso silencio de la noche. Nada muy importante, se podría decir.

En http://es.wahooart.com/Art.nsf/ArtworkZoom?Open&RA=8XY7YT, el cuadro completo, con lupa.

Volver a nacer

Sólo yo sabía, sin conciencia de saberlo, que en los ilegibles folios del destino y en los ciegos meandros del acaso había sido escrito que tendría que volver a Azinhaga para volver a nacer.
José Saramago, Las pequeñas memorias.

Preguntan...

We create our own life by the way we choose to see others. And everybody is like somebody holding a bag of gold and a bag of earth,
What would you like to share with them?

Nosotros creamos nuestra propia vida por cómo decidimos ver a los otros.
Es como tener una bolsa de oro y otra de tierra,
¿Cuál te gustaría compartir con los demás?

Lama Ole Nydahl.

La compasión

La compasión incluye una intrepidez fundamental, la intrepidez que nunca titubea. Esta intrepidez se caracteriza por una generosidad extraordinaria, a diferencia de la intrepidez del que quiere ejercer poder sobre los demás. Esta "intrepidez generosa" es la naturaleza fundamental de la compasión y trasciende el instinto animal del ego. El ego quiere establecer su territorio, mientras que la compasión es completamente abierta y acogedora. Es un gesto de generosidad que no excluye a nadie.

Chögyam Trungpa.

El amor al alma - C. Pinkola Estés


Resiste. Sigue resistiendo. Haz tu trabajo. Encontrarás tu camino. Al final del cuento, los cisnes reconocen al patito como uno de los suyos antes de que él lo haga. Eso es muy típico en las mujeres exiliadas. Después de su duro peregrinaje, consiguen cruzas la frontera y entrar en su territorio doméstico, pero a menudo tardan algún tiempo en darse cuenta de que las miradas de la gente ya no son despectivas y con frecuencia son neutrales, cuando no admirativas y aprobatorias.
(…) Durante algún tiempo por lo menos, se sienten terriblemente desconfiadas (…) Al cabo de algún tiempo los recelos desaparecen y se inicia la siguiente fase del regreso a la propia persona que consiste en la aceptación de la singular belleza del propio ser, es decir, del alma salvaje de la que estamos hechas.
(…)
Por consiguiente, esta es la tarea final de la exiliada que encuentra a los suyos: no sólo aceptar la propia individualidad, la propiedad identidad específica como persona de un tipo determinado, sino también la propia belleza, la forma de la propia alma y el reconocimiento de que el hecho de vivir en contacto con esa criatura salvaje nos transforma a nosotras y transforma todo lo que toca.
Cuando aceptamos nuestra belleza salvaje, la colocamos en perspectiva y ya no somos conmovedoramente conscientes de ella, pero por nada del mundo la abandonaríamos ni la negaríamos. ¿Sabe una loba lo hermosa que es cuando salta? ¿Sabe la hembra de un felino lo hermosas que son las formas que crea cuando se sienta? ¿Se impresiona un pájaro por el rumor que oye cuando despliega las alas? Cuando aprendemos de ellos nos comportamos de acuerdo a nuestra verdadera manera de ser y no nos echamos atrás ni nos escondemos en presencia de nuestra belleza natural. Como las demás criaturas, nos limitamos a existir y así es como debe ser.

alejandra, alejandra

En esta noche, en este mundo

A Martha Isabel Moia


en esta noche en este mundo
las palabras del sueño de la infancia de la muerta
nunca es eso lo que uno quiere decir
la lengua natal castra
la lengua es un órgano de conocimiento
del fracaso de todo poema
castrado por su propia lengua
que es el órgano de la re-creación
del re-conocimiento
pero no el de la re-surrección
de algo a modo de negación
de mi horizonte de maldoror con su perro
y nada es promesa
entre lo decible
que equivale a mentir
(todo lo que se puede decir es mentira)
el resto es silencio
sólo que el silencio no existe

no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve

¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible