Confesión del viento - Liliana Herrero



El viento me confió cosas
que siempre llevo conmigo.
Me dijo que recordaba
un barrilete y tres niños,
que el sauce estaba muy débil,
que en realidad él no quiso,
que fue uno de esos días
que todo es un estropicio.

Me dijo que los pichones
a veces de apresurados
caen al suelo indefensos
y él no consigue evitarlo.
Me habló de arenas de agosto,
de cartas de enamorados,
del humo en las chimeneas,
del fuego abrazando el árbol.

Iba quebrado de culpas
y seguía confesando.
En su lomo de distancias
no cabalgaba ni un pájaro.
Era un fantasma ese viento,
un alma en pena penando
y en ese telar de angustias
tejió sus babas el diablo.

Me dijo que recordaba
que en realidad él no quiso
un barrilete y dos niños
me habló de arenas al cielo
y chimeneas al piso,
de cartas de enamorados,
que todo es un estropicio.

Era un fantasma ese viento,
tejió sus babas el diablo,
iba quebrado de culpas
y no consigue evitarlo
en ese telar de angustias
el fuego abrazando el árbol,
el sauce estaba muy débil
y seguía confesando.

Le pregunté por las chapas
del techo de los de abajo
dijo: “el hombre ha de luchar
para conseguir los clavos
en vez de hincarse a rezar
para olvidar sus quebrantos
o de sentarse a esperar
regalos eleccionarios”.

Me sorprendió la respuesta
pero no quise atajarlo,
pues cuando lleva razón
vaya, quién quiere pararlo.

El viento me confió cosas
que siempre llevo conmigo,
que siempre llevo conmigo.

Monedas de sol


Monedas de sol sobre la arena,
se las lleva el tiempo como a mis huellas.
Monedas de sol, barcos de niebla,
espejos del sueño, de quien te sueña.

El sauce sembró en la siesta, monedas de oro,
temblaban sobre su sombra para mí solo.
Fortuna de cortas horas, ay, sauce moro,
el sol galopó la tarde con su tesoro.

Soñé que compraba un barco de fina niebla,
con oro de antiguos soles, viejas monedas.
Fortuna de cortas horas, barcos de niebla,
con él navegué en silencio, mis horas lentas.

El sol llevó al horizonte, su potro de oro
y fue moneda de cobre, su disco rojo.
Y supe al mirar mis manos, de transparencia,
que el barco a mí me soñaba, yo era de niebla.
Yo era de niebla.

Chacho Müller