Cielos de Abril, de Juan L.

Ah, como una música os desplegáis,
o sonreís, o cambiáis, o morís entre la lejanía de los vapores bajos.
Cielos, sois una música. No sois todavía el pensamiento
ni la alta serenidad.
Cambiáis en movimientos de una armonía encantadora,
aunque son los acordes suaves los que más os gustan:
matices de celeste, cómo cantan o suspiran,
o se doblan ahondados en la minuciosa mirada del agua.
Cielos, sois una música, y no estaba atento a vuestra llegada,
pero os hicisteis oír, como en la sombra angustiada de la noche
en la angustia esperanzada del día que ha de alzarse en vuelo seguro detrás del bosque,
se oye un canto que se afirma y llena de pronto toda la sombra.
Pero, no! Vuestra música llena la misma luz con su dulzura ondulante,
la luz viva y real, llena de milagros y de luchas,
de misterios apasionados,
que componen también una sinfonía,
nuestra sinfonía, llena de nobleza y dignidad,
porque se abre sobre la riqueza ilimitada de la creación humana,
sobre el rico jardín de los destinos futuros,
libres al fin o fieles a su ritmo,
a su íntima medida, musical y sagrada.

Juan L. Ortiz

Una interesante familia de palabras

Salud, una noción densa y básica, proviene de una familia cuyos miembros pueden resultar insospechados; aparte de los que ya hemos considerado, encontramos SALDAR (liquidar, pagar completamente una deuda), SOLDAR, SUELDO, (moneda sólida), SOLDADO (mercenario, guerrero a sueldo), SALUDAR. Pero a poco de reflexionar encontramos el hilo de estas asociaciones: saldar, soldar, sueldo y soldado tienen todas que ver con la solidez del metálico. SALUDAR es desear salud a la persona a quien se dirige la expresión ¡ave!: que estés íntegro, que goces, que tengas fuerza; ¡salve! por la mañana, al encuentro; ¡vale! por la tarde, como despedida.
Aquí corresponde una breve digresión. Cuando se habla de PALABRAS PERFORMATIVAS, que “hacen lo que dicen” –como “¡juro!”, que implementa lo que se está diciendo- vemos, a la manera del filósofo italiano Virno, que “¡salud!”, originalmente una expresión de deseo con la que se deseaba buena salud al saludado, pasó a ser un performativo. En efecto, decir “¡salud!” se ha vuelto simplemente “saludar”, expresión de cortesía, apertura formal del diálogo, muestra de bondad al encontrarse, expresión del gusto del encuentro. Lo importante no es lo que significa la palabra sino lo que hace de por sí. El sentido no lo da ya el significado literal ni etimológico de salud, sino la totalidad de la relación, del encuentro en que los interlocutores, empiezan diciéndose salud: diciéndose, no deseándose salud. De todos modos sigue siendo significativo que en el origen del saludo haya estalo el desear la salud.
Asociada a la misma raíz *sol que produce salud en español, tenemos la etimología de solo (latín solus), que es enigmática y polémica. Parecería –según el diccionario español de raíces indoeuropeas de Roberts y Pastor- que aparte de su significado de aislado (es decir, como una isla), se puede retrotraer a un antiguo reflexivo, y entonces querría decir, en su origen, no tanto aislado, como perteneciente a sí mismo, entero, consigo mismo, íntegro, puro; y el término se emparentaría de ese modo con sólido. Vista de este modo, la soledad no sería –etimológicamente hablando- un sentimiento romántico de abandono, sino la oportunidad de experimentar y disfrutar nuestra propia integridad por sí misma.
Es interesante además que la palabra SOLAZ, es decir placer, consuelo, provenga de solus en latín, y que éste también haya dado solari, consolar, confortar, como lo señala el diccionario de María Moliner. Es decir, parecería que la lengua ha dado primitivamente a solo valores positivos que luego se nos han ido olvidando con el correr del tiempo y distintas ideologías.

En cuanto al griego, holos, intacto, que como ya hemos dicho, deriva de *sol, se reencuentra en españolen holograma, holocausto (quemado en su totalidad), hológrafo (testamento escrito enteramente a mano) y católico (universal).

Ivonne Bordelois
A la escucha del cuerpo

un alivio y un remedio

También me llamó la atención la forma en que las mujeres se aproximaban al umbral de la risa cuando se hablaba de estas cuestiones. Primero tenían que apartar a un lado todas las enseñanzas recibidas, según las cuales reírse de aquella manera no era propio de una señora.
Y yo comprobaba que el hecho de ser una señora en una situación inapropiada ahogaba a una mujer en lugar de ayudarla a respirar. Para reír hay que poder exhalar el aire e inspirar en rápida sucesión. Sabemos por la quinesiología y otras terapias corporales, que el hecho de inspirar nos hace experimentar sensaciones y que, cuando no queremos sentir nada, contenemos la respiración.
Cuando se ríe, la mujer respira libremente y, al hacerlo, es posible que empiece a experimentar sensaciones no autorizadas. ¿Y qué clase de sensaciones son esas? Pues bien, en realidad, no son sensaciones sino un alivio y un remedio para las sensaciones, un alivio y remedio que a menudo dan lugar a la liberación de lágrimas reprimidas y a la recuperación de recuerdos olvidados o a la rotura de las cadenas de la personalidad sensual.

Clarissa Pinkola Estés
Mujeres que corren con los lobos

poesía

Claro. Pero... yo creo que, en general, el estado poético no es solamente patrimonio del que se considera poeta, yo creo que está en todos; está especialmente en el niño, por el tipo de asociaciones o de aprehensión de la realidad,  mejor dicho de sentimiento, de comunión que hace con ella (a pesar del individualismo de los chico); está en el hombre más humilde (cuanto más humilde sea, y de eso ya hay pruebas); y está en los esquizofrénicos, en los locos; esto se ha probado por los documentos ordenados e investigados por especialistas. Además, hay estados que llegan a tocar un poco lo que ahora se llamaría patológico, como en el caso de Antonin Artaud. Pero, a la vez, Artaud mismo que vivió en ese estado y que vivió casi en una relativa permanencia, una exaltación casi permanente, ¿no?, y que sufría cuando ella se degradaba, encontró en cierto modo su compensación o su consuelo en las revelaciones de los indios mexicanos, los tarahumara. ¿Usted recuerda cómo ellos ordenaban sus ceremonias para la comunicación con su Dios? Pero los momentos de la vida común, cotidiana, eran casi de preparación y se mantenían como en disponibilidad para recibir las "señales"...
Es decir, que esos estados de gracia no son patrimonio de los poetas, porque los vivieron todas las tribus primitivas. Lo dice Radín en El hombre primitivo como filósofo: que los individuos en la vida común de la tribu vivían casi en tensión y preparándose para la comunicación con los dioses. (...) Y eso determinaba un estado de relativa permanencia de la receptividad poética, porque ellos en todos los momentos nombraban, se referían a esa comunicación o al alejamiento: y todas las tensiones y distensiones que se ordenaban respondían a esos estados ya sea de proximidad o de fusión,o de alejamiento. La depresión venía cuando eso se alejaba, porque habían cometido lo que ahora se llama "pecado", en cuanto separación de la "divinidad", y se consideraban como apartados, separados. Estas experiencias del hombre primitivo ilustran sobre la universalidad del sentimiento poético en la expresión, yo diría, quizá más pura y de la que dan muestra las distintas mitologías, religiones...
Nosotros tenemos cerca, aquí nomás, a los guaraníes, que tenían una concepción del mundo muy similar a la de los pueblos más antiguos de la India, antes de la venida de los arios y de donde salió el Baghavad-Gita. Se ha comprobado que la concepción del mundo de los guaraníes tiene mucho en común con lo que encontramos en ese libro: por ejemplo el tejido engañoso de la realidad, Maya para los hindúes, era el "espejo" para los guaraníes, el "reflejo" aparente de otra realidad más profunda.
Es decir que en los pueblos (cuanto más unidos a la naturaleza estaban, antes de la civilización contemporánea) se daban concepciones muy similares... Recordará usted las notas de Octavio Paz sobre las culturas precolombinas y su semejanza con las de los orientales, especialmente de la India. Y esa concepción del mundo se basaba en estados de comunión que eran, en cierto modo, la poesía...

Juan L. Ortiz