Ah, como una música os desplegáis,
o sonreís, o cambiáis, o morís entre la lejanía de los vapores bajos.
Cielos, sois una música. No sois todavía el pensamiento
ni la alta serenidad.
Cambiáis en movimientos de una armonía encantadora,
aunque son los acordes suaves los que más os gustan:
matices de celeste, cómo cantan o suspiran,
o se doblan ahondados en la minuciosa mirada del agua.
Cielos, sois una música, y no estaba atento a vuestra llegada,
pero os hicisteis oír, como en la sombra angustiada de la noche
en la angustia esperanzada del día que ha de alzarse en vuelo seguro detrás del bosque,
se oye un canto que se afirma y llena de pronto toda la sombra.
Pero, no! Vuestra música llena la misma luz con su dulzura ondulante,
la luz viva y real, llena de milagros y de luchas,
de misterios apasionados,
que componen también una sinfonía,
nuestra sinfonía, llena de nobleza y dignidad,
porque se abre sobre la riqueza ilimitada de la creación humana,
sobre el rico jardín de los destinos futuros,
libres al fin o fieles a su ritmo,
a su íntima medida, musical y sagrada.
Juan L. Ortiz
...los tres elementos que nos componen: cuerpo, palabra y mente. Sogyal Rimpoché Libro tibetano de la vida y de la muerte.
Una interesante familia de palabras
Salud, una noción densa y básica, proviene de una familia
cuyos miembros pueden resultar insospechados; aparte de los que ya hemos
considerado, encontramos SALDAR (liquidar, pagar completamente una deuda),
SOLDAR, SUELDO, (moneda sólida), SOLDADO (mercenario, guerrero a sueldo),
SALUDAR. Pero a poco de reflexionar encontramos el hilo de estas asociaciones:
saldar, soldar, sueldo y soldado tienen todas que ver con la solidez del
metálico. SALUDAR es desear salud a la persona a quien se dirige la expresión
¡ave!: que estés íntegro, que goces, que tengas fuerza; ¡salve! por la mañana,
al encuentro; ¡vale! por la tarde, como despedida.
Aquí corresponde una breve digresión. Cuando se habla de
PALABRAS PERFORMATIVAS, que “hacen lo que dicen” –como “¡juro!”, que implementa
lo que se está diciendo- vemos, a la manera del filósofo italiano Virno, que “¡salud!”,
originalmente una expresión de deseo con la que se deseaba buena salud al saludado,
pasó a ser un performativo. En efecto, decir “¡salud!” se ha vuelto simplemente
“saludar”, expresión de cortesía, apertura formal del diálogo, muestra de
bondad al encontrarse, expresión del gusto del encuentro. Lo importante no es
lo que significa la palabra sino lo que hace de por sí. El sentido no lo da ya
el significado literal ni etimológico de salud, sino la totalidad de la
relación, del encuentro en que los interlocutores, empiezan diciéndose salud:
diciéndose, no deseándose salud. De todos modos sigue siendo significativo que
en el origen del saludo haya estalo el desear la salud.
Asociada a la misma raíz *sol que produce salud en español,
tenemos la etimología de solo (latín solus), que es enigmática y polémica. Parecería
–según el diccionario español de raíces indoeuropeas de Roberts y Pastor- que
aparte de su significado de aislado (es decir, como una isla), se puede
retrotraer a un antiguo reflexivo, y entonces querría decir, en su origen, no
tanto aislado, como perteneciente a sí mismo, entero, consigo mismo, íntegro,
puro; y el término se emparentaría de ese modo con sólido. Vista de este modo,
la soledad no sería –etimológicamente hablando- un sentimiento romántico de
abandono, sino la oportunidad de experimentar y disfrutar nuestra propia
integridad por sí misma.
Es interesante además que la palabra SOLAZ, es decir placer,
consuelo, provenga de solus en latín, y que éste también haya dado solari,
consolar, confortar, como lo señala el diccionario de María Moliner. Es decir,
parecería que la lengua ha dado primitivamente a solo valores positivos que
luego se nos han ido olvidando con el correr del tiempo y distintas ideologías.
En cuanto al griego, holos, intacto, que como ya hemos
dicho, deriva de *sol, se reencuentra en españolen holograma, holocausto
(quemado en su totalidad), hológrafo (testamento escrito enteramente a mano) y
católico (universal).
Ivonne Bordelois
A la escucha del cuerpo
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