algo hay


A PROPÓSITO DE LA PALABRA DIOS, Mario Trejo

Decirla
Nombrarla
Pedirle
Temerle
Mirarla
Tocarla
Negarla
Gritarla

Creo en todo este caos
Creo en toda esta locura
Crímenes y torturas
Que un día terminarán

Creo en tanta injusticia
Y en la ley de la selva
Vivir es una guerra
Que un día terminará

Yo creo sin embargo
Que en medio del incendio
Cuando todo está ardiendo
Algo hay

Belleza de los locos
Crepúsculos en llamas
Infancia destrozada
Algo hay

Laberintos rabiosos
Espejos sin salida
Amor enceguecido
Algo hay

Ruleta de esperanzas
Recuerdos como flechas
Domingo interminable
Algo hay

Besar por vez primera
Luchar contra el olvido
Inútiles reencuentros
Algo hay

Balazos en la boca
El sol negro de pena
Elegir el olvido
Algo hay

Locura del planeta
Razón del universo
Que ignora el bien y el mal

Tambores en la noche
Repiten la palabra
Obsesa como el mar

Saber que no hay respuesta
Y decir sin embargo
Algo hay Algo hay

Como decir Te amo

Nuestro tema está
cantando con arena
espuma y aves del amanecer.
Nuestro tema está
listo para ser
brisa de las alas
migratorias.
Nuestro tema
es para ver llover.
Nuestro tema está
desnudo en un balcón
fotografiando espigas
de la mar.
Nuestro tema está
viéndonos juntar
besos a las seis
de la mañana.
Nuestro tema es
para recordar.
Nuestro tema de amor
tiene quebranto
pero su empeño
sana el dolor.
Nuestro tema de amor
nos cuesta tanto
que ya es un sueño
y una canción.
Nuestro tema está en un sólo de piano
y en el labio más abrasador.
Nuestro tema está en el corredor
de un hotel que se ha quedado solo.
Nuestro tema es humedad de amor.

Nuestro tema de amor.

Silvio Rodriguez,

El gozante Castilla.

Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante.
El que bajo las nubes se queda silencioso.
Pienso: si alguno me tocara las manos
se iría enloquecido de eternidad,
húmedo de astros lilas, relucientes.
Estoy solo de espaldas transformándome.
En este mismo instante un saurio me envejece y soy
leña
y miro por los ojos de las alas de las mariposas
un ocaso vinoso y transparente.
En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho.
De mi nacen los gérmenes de todas las semillas y los riego con rocío.
Sé que en este momento, dentro de mí,
nace el viento como un enardecido río de uñas y de
agua.
Dentro del monte yazgo preñado de quietudes furiosas.
A veces un lapacho me corona con flores blancas
y me bebo esa leche como si fuera el niño más viejo
de la tierra.
De cara al infinito
siento que pone huevos sobre mi pecho el tiempo.
Si se me antoja, digo, si esperase un momento,
puedo dejar que encima de mis ingles
amamante la luna sus colmillos pequeños.
Zorros la cola como cortaderas,
gualacates rocosos,
corzuelas con sus ángeles temblando a su costado,
garzas meditabundas
yararás despielándose,
acatancas rodando la bosta de su mundo,
todo eso está en mis ojos que ven mi propia triste
nada y mi alegría.
Después, si ya estoy muerto,
échenme arena y agua. Así regreso. 

Diálogo


Y ahora, nuevamente, este diálogo que no tuvo comienzo:
nacido dulcemente como las auroras en las altas cumbres;
hondo como el silencio de los cielos estrellados;
fluyente como el agua; acongojado como el dolor; eterno como la vida;
dulce como esas ternuras profundas que las gentes se empeñan
en cultivar calladas.

Nuestro diálogo es de sien a sien; de semilla a flor;
está construido con la arquitectura de los árboles,
con su misteriosa savia que transita bajo la alegría del sol.
Tiene la impaciente sed que aplacan las lluvias cayendo, sin cesar, sobre los campos,
día a día, tarde a tarde, miedo a miedo,
como la angustia, como el dolor, como la muerte.

Te quiero porque ignoro cómo pudiste venir o cómo te has ido;
porque estuviste a mi lado de improviso, como un sueño entrevisto por muchísimos días;
porque te puedo inventar, sin que lo sepas, con una raza impalpable y nueva.

Descansas hermética en tu cielo imposible y perfecto,
sobre tenues países de corolas y frondas de perfumes que decoran tus cabellos,
donde las hojas se levantan y crujen y se entremezclan con las aves,
donde las alas y los ángeles componen una música recatada y secreta.

Un eco, desde el aire, me avisa que allí permaneces,
y que sufres y que gozas y que mueres sin sentirlo siquiera;
que estás en el principio de las cosas;
que el dolor se reduce entre los pétalos de tus manos
y que no tienen sentido entre tus labios las palabras pequeñas.

Luis Fabio Xammar