El amor al alma - C. Pinkola Estés


Resiste. Sigue resistiendo. Haz tu trabajo. Encontrarás tu camino. Al final del cuento, los cisnes reconocen al patito como uno de los suyos antes de que él lo haga. Eso es muy típico en las mujeres exiliadas. Después de su duro peregrinaje, consiguen cruzas la frontera y entrar en su territorio doméstico, pero a menudo tardan algún tiempo en darse cuenta de que las miradas de la gente ya no son despectivas y con frecuencia son neutrales, cuando no admirativas y aprobatorias.
(…) Durante algún tiempo por lo menos, se sienten terriblemente desconfiadas (…) Al cabo de algún tiempo los recelos desaparecen y se inicia la siguiente fase del regreso a la propia persona que consiste en la aceptación de la singular belleza del propio ser, es decir, del alma salvaje de la que estamos hechas.
(…)
Por consiguiente, esta es la tarea final de la exiliada que encuentra a los suyos: no sólo aceptar la propia individualidad, la propiedad identidad específica como persona de un tipo determinado, sino también la propia belleza, la forma de la propia alma y el reconocimiento de que el hecho de vivir en contacto con esa criatura salvaje nos transforma a nosotras y transforma todo lo que toca.
Cuando aceptamos nuestra belleza salvaje, la colocamos en perspectiva y ya no somos conmovedoramente conscientes de ella, pero por nada del mundo la abandonaríamos ni la negaríamos. ¿Sabe una loba lo hermosa que es cuando salta? ¿Sabe la hembra de un felino lo hermosas que son las formas que crea cuando se sienta? ¿Se impresiona un pájaro por el rumor que oye cuando despliega las alas? Cuando aprendemos de ellos nos comportamos de acuerdo a nuestra verdadera manera de ser y no nos echamos atrás ni nos escondemos en presencia de nuestra belleza natural. Como las demás criaturas, nos limitamos a existir y así es como debe ser.

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