Fue un relámpago herido, un serrano
relámpago en la piel esa corriente
de rumor imantado y sonriente
fertilizada al roce de la mano.
Fuera un error desatenderlo, un vano
tesón no asir esa atadura ardiente,
como si fuese a rechazar de frente
su propio ardor la tierra en el verano.
Fuera en vano evitarlo; quedaría
sobre toda la piel la tostadura
de una llaga solar jamás curada.
Ni tuviese la mano esa alegría
de germen y de afán de sembradura
con que la tuya la dejó quemada.
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